En la segunda década del siglo XXI son los educadores los que nos
presionan para que todos nos preocupemos de compartir con los que no tienen:
los que no tienen para comer, para vestir, para vivir dignamente para compartir con los que carecen de lo
necesario para vivir con dignidad.
Andrés Manjón escribió, en 1916, un libro titulado 'Hojas históricas
del Ave María'. En él nos cuenta cómo fueron los inicios heroicos de estas
providenciales escuelas, que fueron el punto de partida de esta experiencia:
«Nací pobre, viví entre pobres, carecí de escuela formal y por esta causa pasé
angustias y trastornos y sufrí retrasos en mi carrera, cuando un buen cura de
aldea quiso dármela. Mi origen, pues, y mis apuros y deficiencias me impulsaron
a instruir a aquellos de mis hermanos que más se me aproximaban por la cuna,
la ignorancia y la pobreza; mis simpatías fueron para los pobres... Allí (en el
Camino del Sacro Monte) no había competencia; allí no había escuelas, allí no
llegaba la acción educadora oficial ni privada, había que enseñar y fundar
escuelas gratuitas para los hijos de aquellos pobres habitantes, tan hijos de
Dios y de la Patria
como los del centro de la ciudad; y allí y para allí se fundaron las escuelas
del Ave-María».
Aquella larga y triste experiencia le hizo comprender que tenía que
hacer algo por los pobres. Y lo hizo. Después de haberse extendido por media
España, sembrando escuelas páralos pobres, sintió una profunda alegría. (Esto
me recuerda lo que nos decía el Papa Francisco: «¡Cómo me gustaría una escuela
pobre y para los pobres!}.
Murió D. Andrés Manjón en 1923, continuando su Obra D. Manuel Medina
Olmos, que murió mártir en 1936, sucediéndole a continuación D. Pedro Manjón,
que falleció en 1963. Fueron años difíciles los que tuvo que vivir D. Pedro
para dar de comer a tantos niños hambrientos. Recordaremos todos siempre las
campañas de los 'potajicos' que organizaba cada año para dar de comer a quinientos
niños cada día durante el curso escolar, el ropero escolar, las colonias
veraniegas, en tumos de quince días, en la playa de Motril. D. Pedio fue
siempre un hombre infatigable, manteniéndose constante en el servicio a los más
necesitados.
Me tocó a mí tomar el testigo durante la sexta y séptima décadas del
siglo pasado y el Patronato de las Escuelas del Ave María vio la necesidad y la
urgencia de ampliar la obra del Ave Mana y, con la eficaz colaboración de la Inspección Escolar
y, sobre todo, con la eficaz ayuda de los granadinos, alentados todos con la
campaña emprendida por nuestro periódico IDEAL. A lo largo de esos años se
pudieron construir las Escuelas Profesionales de San Cristóbal, una residencia
para trescientos hijos de emigrantes, una sección filial de instituto, unas
escuelas provisionales en la
Chana , una escuela hogar, dos colegios en Motril y un nuevo
edificio en el colegio de la
Quinta (Avenida de Cervantes). A mediados de la segunda
mitad de la década de los setenta la situación económica de España fue
mejorando y no se veía la necesidad (ni la posibilidad) de aumentar el número
de colegios.
Estamos ahora en la segunda
década del siglo XXI. Muchas cosas han
cambiado para bien y para mal. Ahora son los educadores los que están con las
manos en la masa, los que nos presionan para que todos nos preocupemos de
compartir con los que no tienen: los que no tienen pata comer, para vestir,
para vivir dignamente, para compartir con los que carecen de lo necesario para
vivir con dignidad. ¡Hermoso gesto de estos educadores que saben compartir
con generosidad!
¿Cómo conciben los maestros del Ave María su colaboración con ese
fondo solidario? A continuación transcribo cómo conciben estos educadores la
forma más eficaz de formar parte de este Fondo Solidario Avemariano: ¿Por qué crear
el Fondo Solidario Avemariano? Y así nos lo explican ellos: por tres motivos:
el primero, porque así volveremos a nuestros orígenes. Cuando D. Andrés Manjón
fundó las Escuelas del Ave María lo hizo pata acoger a niños que no tenían
medios para recibir una educación digna. De sus palabras y sus obras, entendemos
por educación digna la que va desde el aprendizaje de conceptos hasta
alimentar a los niños y ayudar a las familias creando roperos para poder
vestirlos, etc. Hoy día, aunque la enseñanza es gratuita para todos, nos
encontramos en nuestros colegios con familias que están pasando por situaciones
económicas difíciles y no pueden pasarnos desapercibidas como maestros y mucho
menos como maestros avemarianos.
En segundo lugar, formar hombres y mujeres cabales para formar
personas solidarias, capaces de ver las necesidades de nuestros hermanos, tanto
los que tenemos cerca como en otros países y continentes. Por este motivo nos parece
magnífica la labor que se puede hacer en el aula de concienciación y acción
social de nuestros alumnos, para bien de otras muchas familias avemarianas y
otras realidades sociales. El fondo social debe llegar al claustro, a la
tutoría, al aula, para estar realmente a disposición de todos, ser conocido
por todos y mantenido por todos en ilusión y trabajo.
En tercer lugar: «Yo soy porque somos». Entendemos que nos salvamos
juntos o nos condenamos juntos, que la comunidad tiene fuerza y que juntos
llegaremos mejor a los objetivos. ¿Cómo pueden ser felices nuestros alumnos habiendo
otros que carecen de lo básico?
Así, todos juntos, veremos cómo
se resuelven los problemas de nuestros hermanos más necesitados.
D. JOSÉ MONTERO VIVES
FOTO: El Padre Andrés Manjón a
Lomos de su burra 'La
Morena', por La
Carrera de Darro.
Publicado en el periódico IDEAL: 25 de octubre de 2013.
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