viernes, 25 de octubre de 2013

FONDO SOLIDARIO AVEMARIANO

En la segunda década del siglo XXI son los educadores los que nos presionan para que todos nos preocupemos de compartir con los que no tienen: los que no tienen para comer, para vestir, para vivir dignamente  para compartir con los que carecen de lo necesario para vivir con dignidad.


Andrés Manjón escribió, en 1916, un libro titula­do 'Hojas históricas del Ave María'. En él nos cuenta cómo fueron los inicios he­roicos de estas providenciales escue­las, que fueron el punto de partida de esta experiencia: «Nací pobre, viví entre pobres, carecí de escuela for­mal y por esta causa pasé angustias y trastornos y sufrí retrasos en mi carrera, cuando un buen cura de al­dea quiso dármela. Mi origen, pues, y mis apuros y deficiencias me im­pulsaron a instruir a aquellos de mis hermanos que más se me aproxima­ban por la cuna, la ignorancia y la pobreza; mis simpatías fueron para los pobres... Allí (en el Camino del Sacro Monte) no había competen­cia; allí no había escuelas, allí no lle­gaba la acción educadora oficial ni privada, había que enseñar y fundar escuelas gratuitas para los hijos de aquellos pobres habitantes, tan hijos de Dios y de la Patria como los del centro de la ciudad; y allí y para allí se fundaron las escuelas del Ave-María».

Aquella larga y triste experiencia le hizo com­prender que tenía que hacer algo por los pobres. Y lo hizo. Después de haberse extendido por media España, sembrando escuelas páralos pobres, sin­tió una profunda alegría. (Esto me recuerda lo que nos decía el Papa Francisco: «¡Cómo me gustaría una escuela pobre y para los pobres!}.

Murió D. Andrés Manjón en 1923, continuan­do su Obra D. Manuel Medina Olmos, que murió mártir en 1936, sucediéndole a continuación D. Pedro Manjón, que falleció en 1963. Fueron años difíciles los que tuvo que vivir D. Pedro para dar de comer a tantos niños hambrientos. Recordare­mos todos siempre las campañas de los 'potajicos' que organizaba cada año para dar de comer a qui­nientos niños cada día durante el curso escolar, el ropero escolar, las colonias veraniegas, en tumos de quince días, en la playa de Motril. D. Pedio fue siempre un hombre infatigable, manteniéndose constante en el servicio a los más necesitados.

Me tocó a mí tomar el testigo durante la sexta y séptima décadas del siglo pasado y el Patronato de las Escuelas del Ave María vio la necesidad y la urgencia de ampliar la obra del Ave Mana y, con la eficaz colaboración de la Inspección Escolar y, so­bre todo, con la eficaz ayuda de los granadinos, alentados todos con la campaña emprendida por nuestro periódico IDEAL. A lo largo de esos años se pudieron construir las Escuelas Profesionales de San Cristóbal, una residencia para trescientos hijos de emigrantes, una sección filial de institu­to, unas escuelas provisionales en la Chana, una escuela hogar, dos colegios en Motril y un nuevo edificio en el colegio de la Quinta (Avenida de Cer­vantes). A mediados de la segunda mitad de la dé­cada de los setenta la situación económica de Es­paña fue mejorando y no se veía la necesidad (ni la posibilidad) de aumentar el número de colegios.

Estamos ahora en la segunda década del siglo XXI. Muchas cosas han cambiado para bien y para mal. Ahora son los educadores los que están con las manos en la masa, los que nos presionan para que todos nos preocupemos de compartir con los que no tienen: los que no tienen pata comer, para vestir, para vivir dignamente, para compartir con los que carecen de lo necesario para vivir con dig­nidad. ¡Hermoso gesto de estos educadores que sa­ben compartir con generosidad!

¿Cómo conciben los maestros del Ave María su colaboración con ese fondo solidario? A continua­ción transcribo cómo conciben estos educadores la forma más eficaz de formar parte de este Fondo Solidario Avemariano: ¿Por qué crear el Fondo So­lidario Avemariano? Y así nos lo explican ellos: por tres motivos: el primero, porque así volveremos a nuestros orígenes. Cuando D. Andrés Manjón fun­dó las Escuelas del Ave María lo hizo pata acoger a niños que no tenían medios para recibir una edu­cación digna. De sus palabras y sus obras, enten­demos por educación digna la que va desde el apren­dizaje de conceptos hasta alimentar a los niños y ayudar a las familias creando roperos para poder vestirlos, etc. Hoy día, aunque la enseñanza es gra­tuita para todos, nos encontramos en nuestros co­legios con familias que están pasando por situacio­nes económicas difíciles y no pueden pasarnos de­sapercibidas como maestros y mucho menos como maestros avemarianos.

En segundo lugar, formar hombres y mujeres cabales para formar personas solidarias, capaces de ver las necesidades de nuestros hermanos, tanto los que tenemos cerca como en otros países y con­tinentes. Por este motivo nos parece magnífica la labor que se puede hacer en el aula de concienciación y acción social de nuestros alumnos, para bien de otras muchas familias avemarianas y otras rea­lidades sociales. El fondo social debe llegar al claus­tro, a la tutoría, al aula, para estar realmente a dis­posición de todos, ser conocido por todos y man­tenido por todos en ilusión y trabajo.

En tercer lugar: «Yo soy porque somos». Enten­demos que nos salvamos juntos o nos condenamos juntos, que la comunidad tiene fuerza y que jun­tos llegaremos mejor a los objetivos. ¿Cómo pue­den ser felices nuestros alumnos habiendo otros que carecen de lo básico?

Así, todos juntos, veremos cómo se resuelven los problemas de nuestros hermanos más nece­sitados.


D. JOSÉ MONTERO VIVES



FOTO: El Padre Andrés Manjón a Lomos de su burra 'La Morena', por La Carrera de Darro.

 Publicado en el periódico IDEAL: 25 de octubre de 2013. 



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