lunes, 13 de junio de 2011

¿PROCESIONES O MANIFESTACIONES? - José Montero Vives

El lunes, día 16 de mayo de 2011, aparecía en la primea página de IDEAL, un gran titular que decía: “”Cinco mil granadinos ”indignados” exigen en la calle otra democracia”. Al día siguiente, martes 17, también a cinco columnas, se nos dice en este periódico: “El movimiento de los “indignados” logran en Granada el mayor respaldo”.
Esto me ha recordado un artículo que escribí en este diario, en los primeros días de julio de 2010 (el día 5) con idéntico título: ¿Procesiones o manifestaciones? 

Me refería entonces a una procesión nocturna que había presenciado casualmente por aquellos días. Yo pensé entonces: ¿No podríamos cambiar la orientación de nuestras procesiones? Y lo plasmé en las páginas de este periódico. A los pocos días recibí una carta de un lector en la que me decía que no escribiera más disparates. No pensé estar equivocado y he seguido insistiendo en la misma idea, aunque sin ningún resultado. Por eso, cuando los fieles están organizando alguna procesión les sugiero: ¿No podríamos sustituir las velas (que tanto ensucian las calles) por unos carteles denunciando en cada uno las innumerables injusticias y deficiencias con las que convivimos pacíficamente cada día? 

Cuado rezamos el Padrenuestro decimos ”Venga a nosotros tu Reino”, pero no nos damos cuenta de lo que pedimos, pues nada hacemos por construir ese Reino de justicia, de amor y de paz, que es el Reino de Dios.

Estos jóvenes “indignados” nos ha dado una hermosa lección, sin tirar cohetes al comienzo y al final de su manifestación, sin violencia física ni verbal, sin ofender a nadie, sin destrozar el mobiliario urbano, sin volcar los contenedores de basura; han salido  la calle para manifestar el descontento por las innumerables y enormes desigualdades que existen en nuestra sociedad, por las injusticias que reinan en nuestra ambiente social, por la falta de auténtica solidaridad. No basta con decir “ Lorca, te llevamos en el corazón”, como leíamos hace uno días en el autobús que llevaba a los campeones de la liga, sino que hay que llevarlos en la cartera, junto al corazón, y saber compartir con generosidad el dinero y nuestra vida, para que todos vivamos bien.

El año pasado yo escribía en estas mismas páginas de IDEAL: “En una de las plegarias eucarísticas pedimos con frecuencia que “sepamos discernir los signos de los tiempos”. Hace medio siglo que el Concilio Vaticano II subrayaba que tenemos que aprender a leer esos signos de nuestro mundo actual, pero muchos se resisten a ello”. En otras de las plegarias decimos (aunque parece que no nos compromete mucho): “Danos entrañas de misericordia ente toda miseria humana, inspíranos  el gesto y la palabra oportuna  frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.  No miremos hacia atrás y veamos cómo tenemos que resolver el futuro de tantos pobres que conviven con nosotros. 

Leamos el Evangelio en nuestros días con ojos nuevos. ¡Cómo cambiaría nuestra sociedad si todos los que organizan las procesiones se propusieran construir  un mundo de justicia, de amor y de paz! ¿No seremos capaces de construir el Reino de Dios sin tirar cohetes, sin trajes costosos, sin bandas de música, sin coronas de oro, sin incienso, sin velas? Pero con mucho amor a los hermanos. Así nos lo encargó Jesucristo.

El miércoles, día 18 de mayo, algunos periódicos y emisoras de televisión empiezan a poner en duda la limpieza de estos “indignados”, y nos sugieren que puede ser una estrategia electoral. Yo he leído el manifiesto que se ha publicado en TV y estoy de acuerdo con él. Lo que hace falta es que se cumpla tal como lo dicen. 

Mi propuesta de dar un giro copernicano a las manifestaciones cristianas va en la línea del evangelio, al estilo de lo que pretendían Juan de Dios cuando construía un hospital para los pobres o José de Calasanz cuando hacía sus escuelas para los pobres, o Andrés Manjón en los barrios pobres de Granada, o tantos otros cristianos que han servido y sirven desinteresadamente a sus hermanos, los pobres. No se buscaban ni se buscan a sí mismos. Leamos la carta encíclica Caritas in veritate (caridad en la verdad y no en la astucia) y descubriremos cuál es la actuación de los cristianos en el mundo de hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario